(Jn 16,12-15)
«Recibirá de lo Mío y os lo anunciará [...] recibirá de lo Mío y os lo anunciará» (vv.14-15).
La enseñanza impartida por Jesús con su vida no era incompleta, sino un germen que trazaba opciones fundamentales, directrices.
La insuficiencia magisterial de los relatos detallados es significativa. Cristo no es un modelo fundido y muerto, sino un Motivo y un Motor.
Y Dios no es un predictor del futuro, ni un tranquilizador, sino una Presencia vital. Incluso cuando en los acontecimientos adversos parece faltar el aire.
En efecto, en el momento oportuno, las crisis se transforman en la grafía del amor; en oportunidades para vivir de otro modo las necesidades y las relaciones -incluso paradójicamente, para un cambio genuino; desde dentro, natural.
De este modo y con ese espíritu, los discípulos iniciaron un camino de comprensión de los hechos de la Pascua, descubriendo paso a paso que la historia de Cristo abarcaría todos los secretos de Dios.
En resumen, las primeras fraternidades observaron lo "extraordinario" del seguimiento vivo y de la guía interior.
Viviendo la enseñanza del Maestro en las más variadas circunstancias [favorables y alegres, o tristes y perdidas], Él se hizo cercano en el alma; y se manifestó, dando el paso de los hermanos.
Una Luz distinta -ya no neutra, estandarizada, lo que sea- anima la vida de los fieles y su convivencia. Experimentan un nuevo Nacimiento, como una Creación incesante.
De los corazones de los creyentes en el Hijo del Hombre -incluso de los que hasta entonces habían estado desorientados- brotó una Fuente invisible de conciliación y armonía de contrarios.
Surgía una Sabiduría de cosas desconocidas para el mundo del imperio y de otras creencias.
El Espíritu del Resucitado hizo posible comprender la fecundidad crítica de la Cruz ["la carga": v. 12], ampliando así las soluciones y orientaciones de la vida competitiva convencional.
Por supuesto que hubo caídas, debidas a la precariedad natural, y al hecho de que no era inmediato comprender la lógica del Crucificado.
Pero la Acción del Espíritu de la "Verdad" [la Fidelidad de Dios] les iluminó, guió y estimuló a interpretar más profundamente la Palabra del Señor: no un almacén de afirmaciones cristalizadas.
Los niños descubrieron que aquella Llamada era viva, inagotable en sus significados y en la posibilidad de comprender las cosas.
Verdad sobre lo Eterno y la humanidad, preñada de implicaciones existenciales.
Los renacidos del agua y del Espíritu comenzaron a percibirla como una fuerza de acontecimientos, un poder real y arrollador.
Su inteligencia se enriqueció en la historia, a través de acontecimientos asamblearios, experiencias, diálogos, reflexiones.
El Espíritu del Cristo vivo y herido interiorizó esa Llamada que renovó a mujeres y hombres, y sus relaciones.
Personas que ni siquiera tenían autoestima revivían. El aprovechado se volvió justo, el que dudaba más seguro; el infeliz comenzó a tener esperanza de nuevo.
Todos, en ayuda mutua, se dieron cuenta de que podían vivir felices.
La asistencia del Espíritu divino total y místico, aún hoy, orienta el acceso y la plenitud de facetas de la Verdad; y es estímulo para una comprensión innovadora, democrática, multifacética, personal.
Desterremos la inseguridad.
Todavía podemos estar en la franqueza más aguda, enérgica y contemplativa; en una fidelidad de lectura-interpretación integral de los Evangelios que rehúye todo acomodo (vv.14-15).
[Miércoles, 6ª semana de Pascua, 8 de mayo de 2024]